Cuando se trata de mantener la piel de nuestro rostro y nuestro cuerpo en perfectas condiciones, la exfoliación es un ritual cosmético que se hace imprescindible. Sin embargo muchas veces por falta de tiempo, por pereza o por otros factores, nos lo saltamos.
Aunque a priori podría parecer que la falta de exfoliación no es relevante, es cuando exfoliamos la piel de nuestro rostro o nuestra cara cuando nos damos verdadera cuenta de la gran cantidad de suciedad que obstruye nuestros poros, impidiendo que la piel respire y dando un aspecto más mortecino y menos luminoso a la misma.
A la hora de llevar a cabo la exfoliación lo primero que tenemos que hacer es elegir bien el producto. Hay personas con la piel más sensible que otras por lo que puede que el mismo producto no sea indicado para ellas. Hoy en día podemos encontrar exfoliantes que podemos considerar “normales” y también exfoliantes especialmente desarrollados para las personas que tienen la piel sensible.
Otro aspecto fundamental a tener en cuenta es que el exfoliante que usamos para el cuerpo no vale para la cara y viceversa. Los exfoliantes diseñados para la piel facial son más suaves, por lo que si los usamos en el cuerpo puede que no notemos los resultados deseados. Por el contrario, los exfoliantes para el cuerpo son más fuertes que los faciales, por lo que un uso indebido de los mismos en el rostro puede provocar rojeces y otros daños.
A la hora de practicar la exfoliación facial además de usar un producto adecuado (aproximadamente una vez a la semana), hay que evitar el contorno de los ojos y de los labios. Realizada la exfoliación hay que evitar la exposición directa al sol durante unas horas y aplicar crema hidratante.
En el caso de la exfoliación corporal debemos seguir los mismos consejos y no olvidarnos de hidratar la piel.